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Cerca de un 86% de las emisiones de dióxido de carbono en el mundo vienen de la quema de combustibles fósiles para la producción de energía y materiales, principalmente de países ricos y desarrollados, para los cuales un cambio de matriz productiva puede costarles varios puntos de su PIB, algo difícil de digerir en tiempos de reactivación económica.
En la misma idea, las naciones pobres son las que ya están padeciendo catástrofes a causa del clima. Y no es que el calentamiento global distinga de economía, pero para un país desarrollado es mucho más gestionable una crisis de esta naturaleza que para uno en vías de desarrollo. Y muchos tienen un dilema vital difícil de entender: si abandonan las energías que tienen a la mano, ¿con qué alimentan a su población?
El recordado astrónomo Carl Sagan decía que la Tierra es el único mundo conocido hasta ahora que alberga vida. No hay ningún otro lugar, al menos en el futuro próximo, al cual nuestra especie pudiera migrar.
Por eso todas las acciones que podamos realizar en favor de ella no son sino el reconocimiento de nuestra responsabilidad para preservar el planeta. A nivel regional, la principal contribución debería ir de la mano de una agricultura y ganadería más sustentables que incluyan una reducción de las emisiones directas que provienen del dióxido de carbono (CO2), óxido nitroso (N2O) y metano (CH4), y también las indirectas, como la energía gastada en la fabricación de fertilizantes, en la producción y utilización de maquinaria agrícola y en el transporte de insumos y cosechas.
De igual importancia, considerando que la mitad de la población vive en una conurbación (Chillán-Chillán Viejo), resulta indispensable ayudar a que la capital regional sea más sostenible. Hay tres elementos que resultan clave: la energía, la infraestructura y el transporte.
En materia energética, para nadie es un misterio que poseemos estructuras obsoletas de generación que no solo resultan ineficientes, sino contaminantes. Es imprescindible promover una transición a fuentes de energía renovables. Las viviendas, por su parte, representan el 90% de las emisiones de material particulado por el uso de leña. Valorable en ese sentido es el impacto del recambio de equipos de calefacción que promueve el plan de descontaminación ambiental de Chillán-Chillán Viejo y que suma un total de 10 mil unidades domiciliarias, lo que representa una disminución de casi 600 toneladas al año de Mp2,5 (material particulado fino).
El transporte, por su parte, con un explosivo crecimiento del parque automotor local que ya se empina por sobre los 70 mil vehículos, es una fuente emisora de contaminantes que también debe empezar a preocuparnos, pues ya representa un 12% de la polución en la intercomuna. Sin duda, es imprescindible reducir estas emisiones, preferir vehículos más eficientes y, fundamentalmente, aumentar las opciones y la calidad del transporte público. Junto a ello, resulta necesario un uso más razonable del automóvil, otro tema en que los chillanejos (as) estamos significativamente atrasados.