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Señor Director:
A un mes de una segunda elección de gobernadores regionales, el balance no parece ser optimista. Se debe reconocer que como autoridades no han tenido un rol vistoso, lo que se demuestra en el escaso interés de la ciudadanía en su elección. Para ser justos, esto era previsible, considerando el diseño ambiguo y transaccional con el cual se terminó aprobando la ley.
Por otra parte, situaciones irregulares en algunos gobiernos regionales han contribuido a debilitar la nueva institucionalidad.
A pesar de esto, sigue siendo una figura tremendamente necesaria para atenuar el extremo centralismo que caracteriza a Chile. Con la elección democrática del año 2021 apenas nos pusimos al día en una materia en la que estábamos muy rezagados en comparación con la gran mayoría de países. Su asentamiento como nueva autoridad tomará tiempo, aunque también debe contar con importantes ajustes en términos de competencias, recursos y transparencia.
Es determinante entonces que se retome la discusión en torno a su rol -y de paso, el de los delegados regionales-; de lo contrario, seguirá predominando su dimensión simbólica. En la medida en que la ciudadanía perciba de forma concreta los resultados de sus gestiones, comenzarán a concitar mayor interés los nombres propuestos y podrán aspirar a ser efectivos representantes políticos de sus regiones.
Andrés Rojas Böttner
Académico-Investigador-Universidad Autónoma de Chile