Avanzar hacia la sostenibilidad de los procesos es uno de los desafíos más relevantes para la agricultura y la industria alimentaria en general, una sostenibilidad que no es solo ambiental, sino que también social y económica.
En la dimensión medioambiental, el cambio climático y la vulnerabilidad hídrica en la zona central de Chile, incluida la región de Ñuble, exigen acelerar la transformación de los sistemas productivos agroalimentarios hacia sistemas más sostenibles, que faciliten la adaptación a un escenario de menor disponibilidad de agua, de mayores temperaturas y de precipitaciones más concentradas.
En Chile, la agricultura es responsable del 10,5% de las emisiones de gases de efecto invernadero, y si se considera toda la cadena de valor de los alimentos, incluido el transporte, su aporte sube al 30%.
Especialistas de universidades y centros de investigación que conocen bien la realidad de la zona coinciden en la necesidad de contar con sistemas más sostenibles, inclusivos, eficientes y resilientes, un desafío que advierten, puede ser difícil, marcado por una gran desigualdad, con problemas de vulnerabilidad climática, de inseguridad alimentaria y nutricional y con la segmentación del sector agrícola que existe, además de los altos niveles de pobreza rural que se observan en Ñuble.
En esa línea, fortalecer a los pequeños agricultores es un elemento clave de esa transformación, una tarea que la actual administración ha asumido como prioritaria. Para ello, será fundamental el fomento de la asociatividad entre los productores para vender directamente y prescindir de los intermediarios, lo que mejoraría los retornos, así como también favorecer los circuitos cortos de comercialización, poniendo en contacto a los productores con los consumidores y reduciendo la huella de carbono de los alimentos.
Pero una política pública integral de sostenibilidad agroalimentaria debe considerar, además, incentivos para el empleo de energías renovables y el uso de sistemas de riego eficiente; reducir la utilización de agroquímicos; vincular a los productores con el Programa de alimentación escolar de Junaeb, de tal manera que se priorice a los proveedores locales y se mejore la calidad nutricional de los alimentos que consumen los estudiantes; proteger los ecosistemas y particularmente las especies endémicas que están amenazadas por diversas prácticas agrícolas; potenciar los acuerdos de producción limpia; y promover la cooperación entre grandes, medianos y pequeños productores con la industria en áreas de interés común, como la inocuidad alimentaria y la trazabilidad, el control fitosanitario, la contaminación y el uso eficiente de los recursos naturales.
El futuro de Ñuble es sustentable, en eso hay bastante consenso, y también es innegable que su desarrollo está ligado estrechamente al sector agroalimentario, por lo que la región debe ser capaz de definir por sí sola, a partir del diálogo entre los distintos actores y la autoridad, acciones concretas que apunten hacia ese objetivo, sin esperar la implementación de políticas nacionales que puedan llegar demasiado tarde.