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La huella de Escamez

El 20 de Agosto de 1972, el presidente Allende inauguró el mural de Julio Escamez “Principio y fin”, en sala del consejo municipal de Chillán. A su lado estaba Ricardo Lagos Reyes, a la sazón Alcalde de Chillán. Lo que vino a continuación es historia conocida, pero no por conocida es menos perturbadora y dolorosa .

El presidente Allende muere en La Moneda en 11 de septiembre de 1973, muerte provocada por el golpe de estado, ocurrido poco más de un año después de la inauguración del mural. El Alcalde Lagos es asesinado junto a su familia días después, en su casa y a plena luz del día, ante el estupor de la comunidad.

No mucho tiempo después llegó una patrulla militar hasta la municipalidad, premunida de tarros de pintura y procedió a repintar el muro que alojaba hasta ese instante al mural “Principio y fin “.

Más tarde se decide partir en dos la sala del consejo municipal, para lo cual se construye una loza que separa el salón en dos pisos. Para ello se destruyó la franja donde se inserta la loza en el muro.

Lo ocurrido en ese lugar y la cuenta muerte del Alcalde y su familia, son doblemente sinónimos de una barbarie desconocida en nuestro país hasta ese instante. Una vez de vuelta a la democracia, ambos hechos parecieron entrar en un inexplicable letargo, sin que se reconociera a ese salón como un sitio de memoria.

Afortunadamente, el Alcalde Camilo Benavente rompió con la indiferencia histórica y se dio a la tarea de explorar el estado del mural oculto bajo gruesas capas de pintura perversa. Los resultados han sido sorprendentes. El mural está vivo y ha sido víctima silencioso de la barbarie y de la indiferencia de muchos.

La pregunta que debemos hacernos es si vamos a recuperar el mural como una obra pictórica o bien como un sitio de memoria, donde junto al alcalde Lagos quede una huella imborrable de un hecho que nunca más debe volver a ocurrir.

Es un tema de barbarie cultural y de humanidad a la vez. En lo que es la conservación de patrimonio, la restauración a fojas cero suele borrar las huellas de la historia. Si se demuele parte de la loza del segundo piso aún dejando la enfierradura a la vista, y se desvela el mural en el estado que se encuentre con su dimensión original, recuperando la doble altura, se puede utilizar el resto del recinto para instalar allí un museo de sitio, con la historia del mural y del alcalde asesinado.

Así habremos recuperado la memoria del lugar y las próximas generaciones podrán apreciar a partir de la huella de Escamez el valor de la vida, de la democracia y del arte como el eje de la convivencia social, pacífica y tolerante.

La ruina en patrimonio, como es el caso, suele trasmitir mucho más los valores del humanismo que una restauración a fojas cero, donde los valores plásticos primen sobre el relato histórico.

El mural de Escamez, la huella que dejó junto al Alcalde Lagos, es o sería un buen ejemplo de ello. Porque finalmente el patrimonio, como vector social, es escuchar los susurros del pasado para construir el porvenir.

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