Close
Radio Radio Radio Radio

Epidemia de muertes en la ruta

Cristian Cáceres

No hay día que no transcurra sin los mal llamados “accidentes viales”, pues algo evitable no es un accidente. Por este motivo, la concientización y el trabajo de prevención son herramientas valiosas para reducir las abultadas estadísticas que estamos construyendo en la región.

A la fecha, la cantidad de personas fallecidas por accidentes de tránsito en Ñuble se elevó a 40, cifra no muy distante al año pasado y a 2022, pero con la particularidad de que más de un tercio ha muerto desde el inicio del invierno, el pasado 21 de junio.

A su vez, de los 12 siniestros fatales de esta temporada, ocho ocurrieron entre las comunas de Ñiquén, San Carlos y San Nicolás, es decir en los primeros 51,2 kilómetros de la Ruta 5 en territorio regional.

Allí, la combinación de varios factores (rectas largas, horas de manejo, población rural, escarcha) han influido en resultados trágicos, pero como se viene repitiendo una y otra vez a lo largo de los últimos años, las investigaciones policiales posteriores han determinado también innumerables inconductas y faltas a las reglamentaciones de conducción por parte de las propias víctimas, a lo que habría que agregar la desidia de organismos públicos y empresas concesionarias que no han logrado entender los comportamientos de traslado de las comunidades que viven a orillas de las rutas.

Hasta aquí el problema cultural de una sociedad irresponsable, con un evidente desprecio por la vida. Pero hay otras respuestas y esas las dan los técnicos, quienes en el caso de la alta tasa de atropellos apuntan a la falta de pasarelas en las carreteras y de pasos habilitados en el resto de los caminos transversales que conducen a sectores rurales de Ñuble.

El Estado, lo mismo que las empresas concesionarias, según sea el caso, deben asumir que los costos de obras de conectividad y seguridad vial en zonas rurales hay que calcularlos con indicadores de rentabilidad social distintos a los de las áreas urbanas. Conductores y peatones, en tanto, deben ser conscientes que el efectivo cumplimiento de las normas de seguridad vial evitaría un alto porcentaje de los siniestros que hoy lamentamos.

En definitiva, a la luz de las últimas estadísticas, que no hacen más que ratificar una realidad ominosa (víctimas mortales y heridos con secuelas graves), se hace perentorio poner fin a esta verdadera epidemia de accidentes viales que estamos sufriendo este invierno los ñublensinos.

La experiencia de otros países y la opinión de los expertos indican que el problema debe ser enfrentado con diversas medidas necesariamente integradas, producto de una formulación previa de objetivos y políticas globales en torno del tema, donde la permanente educación vial es clave.

Como puede advertirse, estamos ante un fenómeno complejo y la necesidad de una pronta reacción compete a todos, a cada uno en su campo de acción, por modesto que sea. Recordemos: si se puede evitar, no es un accidente.

Agregar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *

Leave a comment
scroll to top