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Cada generación que ha pasado por la Tierra desde el siglo XVI ha generado y consumido más energía que su predecesora, concluyó un análisis del crecimiento energético y poblacional, realizado por expertos de la Universidad de Nebraska-Lincoln. En Chile, si bien el crecimiento de la población no ha sido explosivo, la demanda de energía sí ha estado creciendo a medida que el país se acerca al desarrollo. Según cifras de la Cepal, el consumo de energía eléctrica en Chile creció más del 300% en 10 años y se espera que para el 2030 esta cifra aumente 4,5% anual.
Los expertos coinciden en que esta dinámica se debe al crecimiento económico, a partir de dos factores: una estructura productiva altamente demandante de energía y un fuerte aumento del consumo residencial.
Lo anterior impone el desafío de poder abastecer esa creciente demanda y Ñuble es un buen ejemplo, pues han ingresado más de 30 proyectos de generación en los últimos dos años. De hecho, Energía es el sector que concentra la mayor inversión en Ñuble, según confirman sucesivos reportes de la Corporación de Bienes de Capital (CBC.
Sin embargo, estos proyectos que producirán beneficios de alcance nacional y local también generan externalidades negativas, sobre todo ambientales, y por lo mismo no es sensato apostar solo a producir energía para nuestro creciente consumo. Lo correcto sería que tan importante como impulsar la generación, seamos capaces de tener políticas de eficiencia energética que vayan desacoplando o separando el uso de la energía del crecimiento económico, lo que de paso significaría cumplir compromisos internacionales de bajar las emisiones de CO2.
En este sentido el caso danés nos debería llamar la atención, ya que ellos con un 30% de participación de energías renovables en su matriz energética tienen el indicador de intensidad energética más bajo en Europa y a su vez, un desarrollo económico y social destacable. Para los daneses, el alto costo energético no ha sido un freno para el desarrollo, sino que los ha obligado a ser mucho más eficientes con el recurso.
El problema es que en Chile no existe un motivador para ser eficientes y mientras el foco de las decisiones se mantenga en un bajo precio de la energía, la realidad no va a cambiar, ya que somos incapaces de ver más allá de la cuenta de la luz.
La eficiencia energética obliga a realizar operaciones matemáticas más complejas y a ver implicancias no obvias para detectar su real beneficio. Así, la instalación de las ampolletas de bajo consumo significan una mayor inversión, pero un gasto anual menor, de igual forma ocurre con los termopaneles, las cortinas térmicas, los calefactores eficientes, solo por nombrar algunos casos. En otros casos el análisis es aún más complejo, como el reemplazo del automóvil por la bicicleta o el reciclaje de la basura.
Todas estas comparaciones comparten un hecho en común, ya que el beneficio inmediato es mayor para la solución más barata o simple, pero el beneficio total es mucho mayor para la solución más cara o difícil. Es lo que han demostrado las energías renovables, que siendo más costosas, no salen más caras, comprobando la validez del popular dicho, lo barato cuesta caro.