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La creciente demanda de sectores vulnerables por una vivienda, combinada con la crisis migratoria, continúan exacerbando el problema habitacional en el país, llevando a un aumento significativo en el número de campamentos en el territorio nacional.
Según un Catastro de Campamentos 2024 del Ministerio de Vivienda (Minvu), el número de asentamientos registrados ha aumentado de manera alarmante. En el año 2022, se registraron 1.091 campamentos en Chile. Sin embargo, este número ha escalado a 1.432 en el presente año, marcando un incremento considerable.
Entre las regiones más afectadas por esta crisis habitacional están Valparaíso (374), Biobío (225), Metropolitana (168), Atacama (121) y Antofagasta (116), que concentran la mayor cantidad de campamentos. En contraste, algunas regiones como Magallanes y Aysén presentan una menor presencia de estos, con tan solo 3 y 10 respectivamente.
En la tabla del Minvu, Ñuble pasó de 21 asentamientos en 2022 a 24 en 2024, tras registrar tres nuevos asentamientos.
La situación ha generado debate en el país, por el nivel desproporcionado que han alcanzados algunos casos como el de Cerrillos, el más grande de la RM y que ha alcanzado rasgos de “ciudad”, por presencia de casas con material sólido, almacenes, ferreterías, y también delincuencia y crimen.
Ñuble no está ajena a este fenómeno. Sin embargo, las tomas no alcanzan ese grado de complejidad ni violencia.
“Básicamente en el norte, en la región de Antofagasta y Atacama, es donde más campamentos hay. En Valparaíso también, por un tema que la gente se toma las locaciones de los cerros, pues le gusta estar alejada de los centros poblados. En el caso de Santiago, también, con estas tomas enormes, grandes, tomas VIP, como algunos le llaman. En el caso Ñuble no han aumentado, ese fenómeno no se da como en el resto del país. Yo entiendo que en Bío Bío también ocurre el mismo fenómeno en términos de que ha aumentado la cantidad de campamentos. Pero el caso de Ñuble se ha mantenido estable, son casi los mismos campamentos. A veces se repoblan los mismos y ahí es donde nosotros tenemos que generar, tratar de despejar los terrenos y generar alguna intervención en algunos territorios. Algunos terrenos que son nuestros, otros que son de EFE, otros que son privados”, explica el director del Serviu, Roberto Grandón.
En el caso de la región de Ñuble existen 24 campamentos en distintos estados. De ellos, 17 continúan siendo habitados y están en proceso de recibir una solución habitacional y los siete restantes están cerrados. Según datos de Serviu, la mayoría están concentrados en Chillán, donde hay siete conformados por 150 hogares. Coelemu registra cuatro campamentos y 49 familias, San Nicolás tres con 44 hogares, Bulnes tres con 37 grupos, Chillán Viejo dos con 20 hogares, Ninhue 1 con 15 familias y finalmente San Carlos registra un campamento con 12 familias.
“El fenómeno se da cuando la gente no tiene alternativa ni acceso a la vivienda y tiene ciertas características de grupo que son informales respecto de lo que es trabajo. No pueden acceder a una vivienda y no tienen posibilidad de allegarse. No tienen redes de apoyo, por ejemplo. Entonces, de manera espontánea se van generando estas especies de tomas, en la cual, como estos campamentos son viejos, son todos del catastro que ya venía, estas familias se fueron espontáneamente aglutinando y lo que gatilló fuertemente fue el efecto pandemia, porque la gente perdió el trabajo. Entonces, donde había una posibilidad y veían algo regular, la gente iba se los tomaba y se radicaba ahí. Entonces, en el fondo fue un fenómeno netamente económico”, sostiene Grandón.
La realidad de los asentamientos locales difiere de aquellos existentes en otras regiones, donde la violencia y el crimen están enraizados. Por el contrario, en Ñuble, se vislumbra una comunidad tranquila y esforzada.
“Son campamentos muy chicos y son grupos que se conocen entre ellos. Están súper organizados, son mucho más afables los campamentos acá, por lo tanto, facilita el trabajo en general. Las familias llevan muchos años, hay un trabajo permanente con ellos de parte del equipo nuestro, del equipo campamento, y hay vinculación con los municipios también, porque nosotros somos transferidores y estamos encima cuando se ejecutan obras o se generan estudios y todo. Nosotros verificamos que se ejecute efectivamente la plata que estamos transfiriendo”, detalla.
Desde el gobierno admiten que se está desarrollando un trabajo con los asentamientos de proporcionar a las familias una solución habitacional, ya sea a través de relocalización y radicación, siendo la primera estrategia la más utilizada a la hora de intervenir.
“La relocalización, que es sacar a las familias, y lo otro es radicación en el mismo territorio, y eso implica generar obras de urbanización. Eso se transfiere a los municipios, licitan y ejecutan la obra de urbanización cuando es un terreno nuestro que es factible de urbanizar. Ahí se hace una infraestructura sanitaria para poder habilitar y urbanizar todo el asentamiento, y se incorpora, digamos, a la comuna. En la relocalización, las familias van saliendo con distintas alternativas. Algunos se van a un proyecto del DS 19, otros con modalidad adquisición de vivienda, o sea, buscan en el mercado”, expone el director.
445 familias en tomas
Paralelamente, Techo-Chile tiene su propio diagnóstico de la realidad de los campamentos en Ñuble.
De acuerdo a su último Catastro 2022-2023, la región de Ñuble cuenta con 17 campamentos, 4 más que la última medición. En estos asentamientos, viven actualmente 445 familias en total. Estas familias tienen un total de 156 niños, niñas y adolescentes menores de 14 años. De las familias en campamentos de la región, 20 son familias inmigrantes, las que representan un 4,5% del total.
Respecto a su evolución el número de campamentos aumentó en un 30,8% respecto al Catastro Nacional de Campamentos 2020-2021 de Techo-Chile y respecto al número de familias, estas aumentaron en un 8% en el mismo periodo.
“A través de nuestro trabajo en el territorio, podemos identificar que los motivos de campamentación cambian según la zona geográfica: en el sur se originan principalmente por la necesidad de dejar de ser allegados. En esta región en particular, existe una clara búsqueda de independencia, además, un alto porcentaje de personas optan por esta opción debido a los bajos ingresos y la falta de empleo. Es importante tener en cuenta que más del 70% de los hogares encuestados en el catastro de campamentos de la organización señalan que el alto costo de los arriendos fue lo que los llevó a tomar la decisión de trasladarse a un campamento”, aclara Fernanda Miranda, directora de regiones zona centro-sur Techo-Chile.
Según el estudio, en la región de Ñuble, solo tres campamentos acceden de manera formal a agua potable, lo que equivale a un 17,6%. En su mayoría acceden mediante camión aljibe con un 29,4%. Respecto a la electricidad, la mayoría de los campamentos tiene acceso de manera formal, con un 52,9%, seguido por aquellos que se encuentran colgados a la red pública (17,6%) y quienes comparten medidor (11,8%). En el caso del acceso a servicio sanitario un 70,6% de los campamentos acceden mediante una letrina conectada a un pozo negro y no existe ninguno de ellos con conexión a alcantarillado.
Respecto a la ayuda que ha brindado la organización en Ñuble, la directiva señala que “hemos podido apoyar a distintos campamentos en su camino a una solución habitacional, algunas definitivas y otras transitorias. Una de las comunidades que pudimos acompañar de cerca fue el campamento Eucalipto que recibió su solución de vivienda definitiva en 2021”.
Desde Techo-Chile valoran los esfuerzos del Plan Habitacional impulsado por el Gobierno y proponen soluciones a la problemática.
“La espera promedio para la entrega de proyectos de vivienda definitiva fluctúa entre cinco y quince años. Si a eso le sumamos las dificultades que las familias en campamento tienen para acceder a ellas, es imperativo ofrecer soluciones transitorias para el corto plazo. Hay que entender que la transitoriedad debe abarcar distintas fórmulas, dada la diversidad de necesidades y realidades de las familias que se encuentran en campamento, tales como mayor oferta de arriendo social o a precio justo y barrios transitorios. Otra acción fundamental, en cuanto a soluciones definitivas, es lograr que los proyectos habitacionales se materialicen de manera rápida, como puede ser el fomento de la industrialización y el desarrollo de obras de urbanización por etapas”, enfatiza Fernanda Miranda.
El sueño de la casa propia
La historia de Caty Cataldo, residente del campamento “Línea Férrea” en Confluencia, refleja la realidad de muchas familias en estas condiciones. Es dueña de casa y está casada hace 14 años. Vive con su marido y sus dos hijos, de 13 y 8 años, en el asentamiento emplazado en terrenos de EFE. En el pasado la madre de su marido era habitante del lugar, sin embargo, luego de fallecer su suegra, pasaron a ocupar la vivienda tras vivir un tiempo en la capital.
Según relata, ya llevan 12 años viviendo en el lugar debido a la imposibilidad de seguir pagando arriendo.
“En Santiago pagamos mucho en arriendo con mi esposo, entonces, coincidió con que falleció mi suegra y me vine porque aquí tenía más opciones de tener una casa”, recuerda.
A lo largo de los años han mejorado la infraestructura del hogar, sin embargo, aún deben lidiar con inconvenientes domésticos como las filtraciones y roedores.
“La hemos ido mejorando, porque al principio cuando llegamos eran unas mediaguas no más. El cielo se goteaba, andaban ratones, teníamos piso de cemento, pero a medida que ganábamos plata la íbamos mejorando. Tenemos luz, agua y un baño de pozo. Aquí tenemos una copa de agua que le da agua a todo el pueblo, nosotros pagamos todos los meses. (…) Antes había una llave en un sector y toda la gente iba a buscar agua en los baldes para las casas. A pesar de que la hemos mejorado, uno igual tiene otro tipo de complicaciones, nos goteamos, vivimos con muchos ratones acá. Pero en el sector donde vivimos es tranquilo, pero quedarnos acá vale la pena, porque vamos a tener nuestra casa”, relata.
En contraste de lo que ocurre Santiago, donde el narcotráfico ha permeado los campamentos, Confluencia, dice, se ha caracterizado por gente tranquila, solidaria y honrada. Gran parte de la población ha migrado del lugar, gracias a soluciones habitacionales que ha entregado la Seremi de Vivienda de manera gradual, a través de un proceso de relocalización.
“Aquí no es como uno ve en Santiago, que llega el tema del narco, aquí es súper tranquilo. Uno puede estar con la puerta de entrada sin llave y dormir así, porque no pasa nada. Si la gente necesita algo, siempre uno está ahí, sobre todo por el adulto mayor. Vive harta gente de la tercera edad. Con los años empezó a llegar gente más joven en las tomas. Ahora quedamos la mitad de las familias, porque se dieron dos opciones, instalaron casas al frente de los terrenos de nosotros que se compraron para 17 familias o postular a Oro Verde. Ya se fueron las 17 al frente, y nosotros decidimos ir a Oro verde para estar más cerca de Chillán por los colegios de los niños”, sostiene.
En la actualidad muchas familias ya han sido relocalizadas en el proyecto habitacional de Oro Verde, donde Caty será beneficiada con una casa que se encuentra en etapa final. Ha esperado siete años por el anhelado sueño de su casa propia que está a pasos de cumplir, aunque también siente tristeza, ya que su marido hace tres semanas se encuentra sin trabajo y le preocupa no contar con los recursos suficientes para implementar su nuevo hogar.
“Estamos a un paso de conseguir salir de aquí, porque las casas ya están construidas. Nos dicen que queda poco y que no pasamos otro invierno acá. (…) Igual estamos en una situación crítica porque van a entregar nuestras casas, hay que juntar dinero para cerrar con panderetas, entonces, ahora (mi marido) va tener que buscar trabajo como temporero mientras lo llaman para un trabajo más estable”, finaliza.