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Señor Director:
El índice de la calidad de la democracia publicado por The Economist, que nos ubicó como “democracia defectuosa”, debe llevarnos a la reflexión, no sin antes precisar que Chile ha estado solo en tres ocasiones (desde 2006) en el sitial de privilegio de “democracia plena”, con las excepciones de los años 2019, 2020 y 2022, lo que coincide con el proceso de estallido social y primer proceso constituyente.
Nuestro país obtiene sus peores guarismos en participación y cultura políticas. Estos indicadores son estructuralmente débiles en nuestro sistema político desde el retorno a la democracia, donde se ha privilegiado el gobierno de los expertos más que la participación ciudadana, en la cual hemos avanzado de manera lenta y con poca profundidad (ejemplos como la transparencia y acceso a la información pública, las limitaciones a la participación en instancias como los Cosoc, las escasas de instancias de democracia directa a nivel local, etc.).
Los problemas estructurales de nuestro sistema político, que parece no dar respuestas a demandas en materias seguridad social, pública, desarrollo sustentable, entre otros, han deteriorado seriamente la valoración de la democracia y el sistema político, con una creciente valoración por modelos autoritarios.
Entonces, nuestro problema no es el índice, sino temas de fondo, con una clase política que parece inmune a las demandas por mayor participación, a generar acuerdos, y a dejar de preocuparse por sus propias necesidades.
Eric Latorre, Director Magister en Gobierno UA