Muerte de Piñera y muertes en Valparaíso
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La muerte del ex Presidente Sebastián Piñera se suma al inconmensurable dolor producido por la pérdida de vidas de las víctimas de los incendios en la región de Valparaíso. Hombres, mujeres y niños calcinados por el fuego, o asfixiados por el humo.
La pregunta es por qué nos impacta tanto una muerte, la del ex Presidente, en comparación con el impacto producido por el más de centenar de muertes abrazadas por el fuego.
Parece ser que las de los incendios fueran una crónica de una muerte anunciada, parafraseando el título de ese famoso relato de Gabriel García Márquez.
En efecto, nos preparamos por meses para los incendios que venían, estos llegaron y arrasaron con todo. De nada sirvieron los planes, las mesas de trabajo o las labores preventivas. Algo no se hizo bien.
La muerte de Piñera, abrupta, inesperada y dolorosa, y por lo mismo superadora de su condición de ex mandatario, impacta por las circunstancias en que ello ocurre. Porque de acuerdo a la información conocida ayer, pensó primero en salvar a su familia y amigos, en lugar de salvarse él. Impactante relato y detalles entregó su hermana.
Pero hay más. Con su muerte ha emergido un sentimiento por desgracia muy invisibilizado al día de hoy, el sentimiento republicano, el que es patrimonio no solo de nuestra historia, sino que de lo más profundo del sentido común de nuestro pueblo. Ha muerto trágicamente un ex Presidente de la República, elegido democráticamente, y eso duele.
Frente al más de centenar de chilenos fallecidos en los incendios, el ex Presidente Sebastián Piñera tiene rostro, nombre y apellido, familia y amigos conocidos. Aunque no lo queramos, aunque ideológicamente pensemos distinto, de alguna manera la figura presidencial nos representa a todos indistintamente de nuestra propia diversidad. Y por eso nos duele y nos conmueve tan directamente.
Por otro lado, la muerte de cualquiera de nosotros, opera como un tamiz, que solo deja pasar aquellas buenas acciones y deja atrás los ripios, y las piedras más toscas y ásperas. Y así emergen con nitidez junto a la figura de Piñera, el salvataje de los 33 mineros, el cierre del penal Cordillera, el manejo de la pandemia y el terremoto en su primer periodo, el matrimonio igualitario, y abrir el proceso constitucional en medio de una crisis casi terminal para la República.
Esos hitos resaltan con nitidez y además son coherentes con su sello. Ejecutivo, osado, sin temor al riesgo, características que probablemente están en la trastienda de su prematura partida.
Pero si somos consecuentes con estos juicios, en este momento de conmoción y dolor por la partida de un ex Presidente de la República, no debemos olvidar a las víctimas del incendio, anónimas, sin recursos la mayoría, muertas mientras se aferraban a los escasos bienes que habían logrado conseguir con gran esfuerzo y sacrificio.
Si el ejemplo de capacidad de gestión y articulación que nos lega Sebastián Piñera lo hacemos conversar con las necesidades vitales que hoy tienen miles de familias en la región de Valparaíso, podríamos decir que la huella que ha dejado en su paso por esta tierra no ha sido en vano.