“No busqué los reconocimientos, pero llegaron a hacer justicia”
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Nació en Coronel el año 1950 y a los ocho meses de vida su familia se trasladó a La Unión en donde permaneció por siete años. En 1958 se establecieron en Chillán, ciudad en donde desde pequeño, Bernardo Neira se impregnó del aire cultural que se respiraba. Estudió en la Escuela 9, más conocida como La Escuela Negra, ubicada en Itata con Yerbas Buenas. “Recuerdo a los profesores, entre ellos a Alicia González, quien después de muchos años, cuando yo estaba haciendo una investigación sobre teatro, me contó que había sido actriz del Grupo Ñuble y tenía una foto que me prestó para mi investigación”, recuerda.
“Beño” dice que también sus primeras incursiones con los escenarios se dieron los lunes, día en que se hacían los actos cívicos en su escuela. “Una vez canté en ‘Mejillones yo tuve un amor’”, cuenta entre risas. De ahí saltar a las tablas le fue fácil. Este 2023 fue el año en que llegó para Bernardo del reconocimiento a través de dos distinciones, el Premio Regional de las Artes Escénicas, entregado por el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, y el Premio Municipal de Arte, otorgado por la Municipalidad de Chillán.
-Feliz con la llegada de estos dos galardones?
-Estoy bastante contento, ha sido un reconocimiento a tantos años de labor. Llevo 51 años haciendo actividad teatral en Chillán, con recursos bastantes disminuidos y esto ha sido un acto de justicia para alguien que ha entregado tanto a la actividad teatral.
-¿Cómo llegó al teatro?
-Mi amigo Manuel Vera me invitó al teatro de la Universidad. Fui por novedad y ahí conocí al maestro Enrique Gajardo, quien me hizo hacer unos ejercicios y me dijo que volviera al otro día. En aquella época las clases se hacían en el tercer piso de la Municipalidad de Chillán cuando se creó la Universidad de Chile. Luego entré a estudiar y en paralelo seguí con el Teatro Universitario. Con el tiempo vinieron participaciones en el Teatro de Trabajadores en Iansa, Teatro Libre de Chillán (grupo dirigido por Ricardo Troncoso, detenido desaparecido), Teatro Experimental, Escuela de Cultura Artística Claudio Arrau, Teatro Espectro, y ahora último, Teatro Los Grillos, en donde siempre he cooperado como actor invitado.
-¿Cómo surge esa idea de investigar la historia del teatro local?
-Hice una investigación de la historia del teatro desde 1856, cuando se creó el primer grupo, hasta 1978, con todos los elencos que pude encontrar y que han existido en Chillán. No seguí para acá, espero que otra persona se haga cargo de esa investigación. También participé de un libro de teatro estudiantil en conjunto con la Universidad del Bío-Bío con Norman Ahumada y José Sánchez.
-¿Qué recuerdos tiene de Enrique Gajardo?
-A ver… era un intelectual monstruoso, ese es el término que puedo emplear. Sabía mucho, humanista, solidario, generoso, daba todo lo que podía dar, tenía una biblioteca con best seller, y tenía un cuaderno donde iba anotando los libros que prestaba. Lo hacía con todos los alumnos; además, tenemos que reconocer que pagaba las cuentas en el restaurante cuando llegaban los alumnos, nos decía que cada uno pidiera un plato, pero no el más caro: Fue un hombre que marcó 50 años de actividad. En Radio La Discusión tuvo un programa del Instituto de Extensión Cultural de Chillán por 50 años, uno semanal. Hay que asumirse en la historia del viejito para dimensionar lo que fue. Además, participó de la creación del Teatro Experimental de la Universidad de Chile.
-¿A quién más recuerda?
-Respetando la memoria, a don Ciro Vargas, quien estuvo a la par de Enrique Gajardo. De hecho, fue por muchos años la mano derecha del maestro. Premio Municipal de Arte también, un gran actor, al que incluso Nelson Villagra le rinde homenaje. También, José Orellana, quien pasaba desapercibido, pero era un tremendo actor, escritor. Un montón de personas más.
-¿Cómo era el teatro en los tiempos en que no había tecnología?
-Había una gran pasión por el teatro cuando no estaban estos medios de comunicación masivos que invadieron todo. La gente estaba muy cercana al teatro en la década de los sesenta y setenta. En Chillán era ver las salas llenas de teatro, como la Sala Lázaro Cárdenas. Una vez estábamos presentando “La Señorita Charlestone” y tuvimos que cerrar la puerta con candado porque no cabía nadie más. Fue una etapa de conciencia social que fue interrumpida con el golpe, pero antes de eso hubo mucho fervor por el teatro. Hoy la gente es más reacia a participar de estos procesos, las autoridades también tienen su responsabilidad porque la cosa cultural no contempla actividades de teatro o ballet; los municipios están más preocupados de traer un grupo ranchero. No hay interés de mostrar problemas sociales y el público se ha alejado de las actividades más sesudas o doctas.
-¿Qué hace por estos días?
-Estoy tratando de descansar un poquito, porque han sido muchas las celebraciones que me han hecho para manifestarme su cariño, aún me quedan varias actividades con amigos que han puesto su grano de arena para obtener estos dos galadornes, premios que no he buscado, pero siento que han sido dos premios muy justos, sin amistades en las reparticiones que me los entregaron.