Señor Director:
La palabra fue introducida por el escritor Neal Stephenson en 1992 en la novela de ciencia ficción Snow crash. En el libro se describe como una especie de espacio virtual colectivo compatible y convergente con la realidad. Hoy debido a las fuertes inversiones de los gigantes de la informática en las tecnologías que se necesitan para interactuar dentro del metaverso como Oculus VR (realidad virtual), gafas AR (realidad aumentada) e interfaz cerebro-máquina a través de la neuro-realidad aumentada (NeR) debemos ampliar la definición. ¿Cuánto más? Podría ocurrir que el metaverso sea solo una estrategia de marketing para vendernos gafas, pero también podría suceder que se convierta en una futura internet más invasiva, capaz de colarse en todas nuestras experiencias de vida.
Esta realidad hiperdigital en poco tiempo podría llegar a reconfigurar las reglas del juego en cuanto a la forma en que nos relacionamos. Las consecuencias frente a este incipiente fenómeno deben pensarse en serio porque tendrá impacto en los mercados y en la plasticidad neuronal de las personas, siendo los niños y niñas los más vulnerables. Habrá que preguntarse por los impactos en la identidad, agencia de las personas, integridad mental y libertad cognitiva, además de aspectos de propiedad intelectual, y demás consideraciones patrimoniales. Debemos discutirlo en varios frentes, desde los derechos fundamentales de las personas, así como el impacto en la innovación y sustentabilidad de las tecnologías inmersivas y las consecuencias distópicas de la inmersión hiperdigital en las poblaciones. ¡Tenemos mucho que analizar!
Dra. María Isabel Cornejo Plaza
Instituto Investigación en Derecho UA
