Con toda la evidencia disponible, hay pocas dudas que uno de los mayores causantes del declive educativo ha sido (y sigue siendo) el constructivismo que considera a los conocimientos como algo poco relevante en el propósito formativo de los colegios.
Como ya hemos comentado, para la pedagogía constructivista el objetivo educativo central es que el alumno construya su saber y desarrolle competencias, prescindiendo de un método centrado en la enseñanza.
En “La escuela no es un parque de atracciones. Una defensa del conocimiento poderoso”, Gregorio Luri transcribe el mensaje que en una escuela puso la dirección para que los padres y apoderados entendieran el objetivo educativo que comprometía a una institución bajo ese enfoque: ”Estimados padres: Recuerden que, entre todos nuestros alumnos, hay algunos artistas que no necesitarán comprender mucho las matemáticas, empresarios que no se ocuparán por la historia o la filosofía, músicos cuyas calificaciones en química tal vez no sean las mejores, deportistas cuyas aptitudes físicas serán muy importantes para su vida. Si su hijo no obtiene las mejores notas, no le quite la confianza en su dignidad. Dígale que está bien, que solo son notas, que aun así está hecho para alcanzar cosas grandes en la vida. Hagan esto y verán a sus hijos conquistar el mundo”.
¿Cuántos colegios esconden bajo este tipo de discurso grandilocuente un abandono del deber educativo?
Marc Le Bris en su libro “Et vos enfants ne sauront pas lire…ni compter! La faillite obstinée de l’école française”, luego de varias observaciones concluye que “después de tantos años de civilización transmitida, se está convirtiendo a los alumnos en autodidactas con toda la inseguridad que comporta esta situación, en circunstancia que los seres humanos nos separamos de los animales por utilizar la lengua para comunicarnos y por transmitir nuestros conocimientos de padre a hijo. Entonces, ¿es avance o retroceso -se plantea el investigador francés- el hecho de que ya no transmitamos nuestros conocimientos?” Para Le Bris es un grave error pensar que la transmisión de conocimientos sea algo superfluo y que, como afirma el constructivismo, el conocimiento estaría de algún modo en el cerebro de los alumnos y este saldrá por sí solo cuando estos quieran.
En otro libro, “Bonheur d’école. Peut-on encore sauver l’école française?”, Le Bris subraya que el constructivismo no considera aspectos de la psicología del niño que son cruciales para el aprendizaje, como por ejemplo, que los niños no son individualistas, sino que les encanta ser miembros de la clase, imitar a los profesores y aprender a hacer exactamente lo que hacen los alumnos más avanzados. Y un error grueso de los profesores y educadoras constuctivistas es que tampoco consideran que los niños necesitan tener conocimientos firmes antes de empezar a aprender a través de experimentos y proyectos.
Empleando una reflexión de Inger Enkvist, afirmamos que: a) la escuela debe ser el mundo en el que se aprende a pensar; y b) que la pedagogía constructivista hace mal al tratar a los niños y alumnos como si fueran adultos en miniatura.