Señor Director:
La tragedia de Viña del Mar una vez más nos muestra elementos en común y presentes en muchas emergencias: falta de planificación territorial, incapacidad de las instituciones del Estado de hacerse cargo de las consecuencias de sus decisiones y omisiones al permitir asentamientos humanos en áreas de peligro, sin asumir la problemática integral que hay detrás de las decisiones de personas que, por necesidad, terminan ubicándose en zonas supuestamente prohibidas, permaneciendo décadas, generando raíces y vínculos, hasta que ocurre la catástrofe. Para, luego, repetir el ciclo.
Por si esto fuera poco, el Estado permite la permanencia de las personas con pleno conocimiento del peligro, como también de la necesidad social. Pero es más fácil traspasar el testimonio de la posta a la siguiente administración. Eso se ha repetido una y otra vez durante décadas, en vez de hacerse cargo y tomar las medidas de mitigación y preparación mientras se desarrolla un proceso que permita satisfacer adecuadamente las necesidades de comunidades que requieren de una vivienda digna y segura.
Nuestro obsoleto sistema de emergencias tampoco pone las alertas ni tiene la capacidad para hacer presente lo anterior a las autoridades, pues es más cómodo pensar que será tarea de otros.
No estamos frente a un problema técnico, tampoco de acceso al conocimiento, modelos de gestión, soluciones tecnológicas o diagnósticos, de eso hay mucho en el mundo. Nuestro real problema es la falta de voluntad, conducción y liderazgo para enfrentar la resistencia al cambio. Básicamente, el problema es político y no técnico.
En Viña del Mar el menor de los problemas fue quién inició el fuego, pues hay un elemento más profundo, la desidia del Estado.
Michel De L’Herbe Consultor en Emergency Management
