Las historias de las voluntarias del Hospital Herminda Martín
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No reciben gratificación económica y la une una fuerte vocación de servicio. Recorren los pasillos del hospital de Chillán y las reconocen por vestir de blanco, rosa, verde, rojo, celeste o gris.
Cumplen una labor especial y logran una cercanía que despierta la confianza de los pacientes, quienes son el principal motor de su actuar. Contribuir con su bienestar moviliza a las voluntarias, quienes desinteresadamente ayudan a la comunidad hospitalaria hace más de 20 años.
Actualmente existen nueve organizaciones en el complejo asistencial, donde participan 127 personas, en su mayoría mujeres, quienes son testigos de historias de dolor y de lucha de quienes se debaten entre la vida y la muerte en las diferentes unidades. Ellas son consejeras y también “amigas” cuando hay necesidad material.
Hace más de 27 años, Guadalupe Gallegos forma parte de la Corporación de Voluntarias Antirreumatismo que funciona en Centro Ambulatorio de Especialidades (CAE). Sabe muy bien lo que sienten los pacientes de este tipo de padecimiento, ya que ella sufre artritis, lupus y esclerodermia. Sus problemas de salud truncaron sus sueños de seguir ejerciendo la educación parvularia, pero no sus deseos de ayudar.
“Trabajé poquito en el área de la educación, porque a mí me dio muy fuerte la enfermedad, entonces fue muy poco lo que pude ejercer, como 10 años. Así que ahora me dedicó a esto no más y cuento con el apoyo de mi familia. Es fuerte estar cinco años en la universidad, estudiar, para después no quedar en nada, es muy frustrante. Después vienen los por qué, pero así son las enfermedades, cuando uno menos se la espera, llegan. Fue demasiado duro aceptar eso”, comenta.
Vive con un pensión de 120 mil pesos, por lo tanto, entiende lo difícil que es para un paciente como ella costear los remedios que le permiten seguir viviendo. Decidió ayudar a los pacientes, buscando alternativas más amigables con sus bolsillos, además de apoyar con información en cada caso.
“Nació la necesidad de los medicamentos, ya que los que se venden, de la parte reumática, eran muy caros. Creamos un botiquín de medicamentos que se pudiera vender muy barato a todas las personas que querían comprar. Asesorados por un químico farmacéutico nos contactamos con un laboratorio para que ellos pudieran hacer el descuento y pudiéramos vender más barato o si no cómo. Se partió vendiendo en una cajita de zapatos y luego fue creciendo y dentro de esos 22 años, ya tenemos una oficina en el CAE al lado de la farmacia”, cuenta.
“Oramos por los pacientes”
Una conexión especial con los pacientes logra Carmen Mora, quien es tesorera de las “Damas de Blanco”. Al igual que sus compañeras evangélicas, recorren los pasillos de la Unidad de Medicina, entregando apoyo espiritual frente a la debilidad, ese que alimenta el alma de quienes sufren.
Antes de vestir el delantal blanco, Carmen fue asesora del hogar y cuidaba a un niño con trastorno del espectro autista, quien despertó en ella una empatía especial que hoy sigue cultivando con los pacientes del hospital.
Se siente plena en su rol, ya que lleva el mensaje de su iglesia San Bautista de Sinaí hasta los enfermos, que encuentran en ella contención y fe en la recuperación.
“Nosotros oramos por los pacientes, por la familia, ya que el apoyo espiritual es fundamental para levantar el ánimo y alcanzar la fortaleza. No es difícil llegar a ellos, porque están con una pena tan grande, que necesitan de una mano, de un apoyo y ahí estamos para poder hacerlo”, dice.
De lunes a viernes, a partir de las 8.00 a las 12.00 horas, en el segundo piso de Medicina se encuentran las “Damas de Blanco” , donde tienen su oficina que les permite organizar sus tareas. Entregar la palabra de Dios, ayudar en la alimentación de los enfermos y comprar útiles de aseo a quien le falte, forman parte de quehacer diario.
Carmen cuenta que su agrupación reúne a 34 socias, quienes todos los años organizan una colecta que les permite, entre otras cosas, comprar pañales para los pacientes más necesitados.
“Es enriquecedor poder servir, de estar con el paciente, de ser una ayuda. Ellos nos dan las gracias y uno ya queda satisfecha, se da por pagado todo”, destaca.
De verde
En el Policlínico del Dolor y Cuidados Palitativos despliegan su acción las Damas de Verde, lideradas por Catalina Riquelme, quien hace 28 años pertenece a la organización. En el pasado fue conductora de un furgón escolar y hoy está 100% comprometida con su labor de servicio, ya sea gestionado medicamentos más económicos o comprando alimentación especial para los enfermos, con recursos que genera la propia organización, a través de un kiosco que implementaron en recinto asistencial.
Cuenta que siempre se lleva “tarea para la casa”, porque que no descansa hasta encontrar la salida a cualquier problema que aqueja a un usuario con cáncer. Aunque reconoce que también la invade la frustración cuando sus ganas de ayudar superar a sus atribuciones.
“Cuando no se solucionan los problemas, por tanta burocracia que de repente hay en el servicio, duele, porque los pacientes y sus familia le cuentan sus dramas, alegan por qué tanto tiempo que están citados o que no me ha visto el doctor. Entonces, ellos se van a quejar porque creen que les pueden solucionar, pero eso escapa de m í , yo no tengo autoridad, uno no puede hacer esa gestión”, explica.
El jueves recién pasado Catalina, al igual que el resto de los voluntarias del H o spital Herminda Martín, fueron reconocidas en una emotiva ceremonia por motivo del Día Internacional del Voluntariado, donde también se les entregó una credencial, similar a la que hoy identifica a los funcionarios.
Damas de Blanco, Damas de Rosado, Damas de Verde, Damas de Gris, Damas de Rojo, Corporación de Voluntarias Antirreumatismo, Voluntariado de Apoyo Espiritual, Damas de Celeste y la Fundación Raúl Godoy Soto, representan los colores de la solidaridad.